«Rendirse no es una opción. Recuerda que tarde o temprano volverá a salir el sol.»
A comienzos de 2020, la rápida expansión de la epidemia Covid-19 provocó el colapso de la economía mundial. Tras un parón total de varios meses, los fabricantes fueron retomando sus producciones. Pero la oferta y las cadenas de suministro no estaban preparadas y a lo largo de 2021 sobrevino un colapso logístico que supuso retrasos en el envío de mercancías, un incremento desorbitado de los costes logísticos y escasez de contenedores.
Hacia finales de 2021, China empezó a racionar el combustible con objeto de intentar estabilizar los precios del carbón. En España por aquel entonces contábamos el suministro de gas natural de Argelia, aunque tras el cierre del gasoducto Magreb-Europa, había que traerlo en barco, con lo que los precios iban a seguir subiendo. Así, casi sin verlo venir, nos fuimos adentrando en una crisis energética centrada en el carbón y el gas natural, que obviamente tuvo un gran impacto en el transporte de mercancías.
Además de las restricciones energéticas, a raíz de la pandemia China empezó a retener materias primas para su propio consumo y el de sus socios comerciales. Por otro lado, ciertas potencias acapararon la poca oferta restante y dejaron al resto del mundo sumergido en una grave crisis de materias primas.
Frente a la escasez de contenedores tampoco se pudo hacer nada. Como es de comprender, no se pudo satisfacer la demanda debido a los recortes energéticos y a la falta de acero y aluminio para fabricar nuevos contenedores.
Además, la falta de conductores de camiones y las condiciones laborales –recuerden la reciente huelga de transportistas- no hicieron más que agravar la situación.
Los sectores más afectados han sido la automoción, la fabricación de equipos eléctricos e informáticos, la industria del hierro y la industria química.
Para entender la importancia que tiene el transporte marítimo en el sistema económico mundial no hay más que recordar lo que ocurrió hace unos meses cuando un buque de mercancías quedó atascado en el canal de Suez interrumpiendo el comercio entre Asia y Europa.
En el mundo, el 90% de las transacciones comerciales se realizan por mar. De hecho, muchos productos y recursos básicos no resultarían rentables si se transportaran por otros medios. Dada la situación previamente explicada, los puertos empezaron a colapsarse, los contenedores empezaron a escasear y hubo una descompensación total entre la oferta y la demanda. Como resultado, los tiempos de espera para la recepción de mercancías aumentaron, así como los costes logísticos y en consecuencia el precio de venta de los productos.
Como ejemplo, en menos de dos años, el precio medio del transporte de un contenedor ha pasado de menos de 1.500 € a más de 6.000 € para algunas de las rutas más comerciales como Shanghai-Génova, Shanghai-Rotterdam o Shanghai-Nueva York.
China abastece cerca del 60 % de la demanda mundial de acero, seguida entre otros por Rusia en cuarto lugar. Entre los cinco productores principales (China, India, Japón, Rusia y EE.UU.) constituyen más del 80% de la oferta mundial. De estos, China ha reducido las exportaciones para que una mayor parte de la producción de acero se quede en el país, y Rusia ha bloqueado el comercio de materias primas y energía a la mayoría de países de Europa –entre ellos España- fruto del conflicto bélico Rusia-Ucrania. No es difícil entender la situación en la que nos encontramos.
Y esto nos afecta a todos, no solo a nivel laboral sino en nuestra vida cotidiana. Los precios de los bienes de consumo crecen a marchas forzadas, como demuestra el exagerado aumento de la inflación, con una variación interanual récord del IPC de casi el 6% en 2022.
Los eruditos parecen estar de acuerdo en que durante la segunda mitad de 2022 la situación empezará a mejorar. Los precios del transporte irán bajando y también los de las materias primas, aunque unas más rápido que otras.

¿Qué se puede hacer mientras tanto?
La situación no es nada fácil y en realidad no hay mucho que podamos hacer, ya que la recuperación está principalmente en manos de los gobiernos. Sin embargo, a continuación dejamos algunos consejos que pueden ayudar a paliar las consecuencias de esta crisis:
1) Anticipar al máximo los pedidos de materiales para dar margen suficiente a que lleguen, contando con posibles retrasos.
2) Asegurarse bien de las cantidades, dimensiones y características de los artículos pedidos para evitar futuras modificaciones.
3) No almacenar grandes cantidades “de reserva” por si acaso, ya que esto solo contribuirá a colapsar más la situación.
4) Tener en mente un plan de trabajo alternativo por si las mercancías no llegan en el plazo previsto.
5) Sustituir en lo posible ciertos materiales por alternativas menos costosas o con más disponibilidad.
6) Mantener conversaciones frecuentes con los proveedores para estar bien informado de cómo avanza la situación.
7) Controlar de cerca el rendimiento del personal para evitar más sobrecostes. Los costes relativos a pérdidas de tiempo, retrasos, ausencias y fallos de fabricación serán en esta ocasión los únicos que se puedan minimizar.
8) En caso de retrasos considerables, forzar unos días de vacaciones del personal y/o aprovechar para hacer reparaciones y mejoras internas mientras llega el abastecimiento.
9) Acogerse a alguna de las medidas de ayuda que los Gobiernos están empezando a ofrecer.
10) Intentar apostar por uno o dos transportistas de confianza, solidificar la relación comercial al máximo e intentar que nos garantice cierta “prioridad”.